Érase una vez, en un país muy lejano, un ogro triste. Vivía
solo en su inmensa soledad amurallada. La infatigable rata insomne del tiempo
lo roía lentamente de dentro a fuera, desaforadamente de fuera a dentro,
persiguiendo el centro.
-“¡Quítamela, quítamela!”, bramaba en sus peores pesadillas
el ogro de mentirijillas.
-“¡Iiiiiiiiiihhhhhhhh!.¡Iiiiiiiiiiiihhhhhhh!, chillaba la
rata esquiva, y no se iba.
-Pobrecillo ogrillo, ya no comes niños al ajillo.
-¿y el final feliz, y la boda, y el anillo, las perdices, el
vinillo, la risa de los chiquillos, corre corre que te pillo, y la princesita
presa en la torre del castillo, el príncipe, el dragoncillo que igual asa un
solomillo que se rasca el sobaquillo o empolla los huevecillos?.¿Se los llevó el
vientecillo?. ¡O me lo dices o chillo!.¡Iiiiiiiiihhhhh!. ¡Iiiiiiiihhhhhh!.
-Vamos, despierta, pardillo. Sólo ha sido un sueñecillo,
pesadilla o pesadillo.
Por matar el gusanillo te atracaste de botillo y un enorme
pan de millo.
-¿Y los restos?-
-Se los comieron los grillos.
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